Lenta agonía de la artesanía en la moda
La industria de la moda día a día va sofocando más y más los procedimientos artesanos de montaje.
Hoy en día los verdaderos artesanos están desapareciendo sin que nadie les tienda un cable para su subsistencia. Es más, la industria, apoderándose de los denominativos que los distinguían y definían cambia los significados de sus términos de forma traicionera para darles el golpe de gracia sin piedad.
Las técnicas que moldeaban sobre el cuerpo del cliente y producían prendas únicas, personales y personalizadas, como lo eran la Alta Costura y la Sastrería y nótese que las hemos escrito en mayúsculas, ahora producen prendas industriales repetidas, impersonales y masificadas. El cambio de contenido del término muchas veces sólo responde al coste final de la prenda y a la forma de promocionar sus colecciones.
Muchos llamarán a esto modernización, evolución o incluso socialización del producto; sin embargo perdiendo el artesonado perdemos no sólo parte de una cultura secular sino que perdemos las pautas que nos enseñaron nuestros antepasados en el arte de cubrir los cuerpos.
Lucien Olivier, en la época zarista inventó la que hoy conocemos como ensalada Olivier o simplemente ensaladilla rusa y que él denominó “mayonesa de caza” (Майонез из дичи). Él la concibió como blanqueta hervida de urogallos y perdices cortadas y colocados sobre un plato mezclados con cubos de jalea de aves, cercado de cangrejo y rebanadas de lengua hervida todo ello liado con salsa provenzal. En el centro, como presentación hizo colinas de patatas con pepinillos en vinagre decoradas con rodajas de huevo duro. Tal y como fue concebida por Olivier la “colina” central no estaba destinada a la comida, era sólo un elemento ornamental del plato.
Olivier vio ante su asombro que clientes de su restaurante Hermitage destruyeron la colina ornamental y la mezclaron con los otros ingredientes, cosa que le horrorizó. Al día siguiente viendo que no habían comprendido nada de su arte la sirvió mezclando todos los ingredientes.
Pese a su decepción, típica del artista que no es comprendido por sus clientes, su ensalada “mezclada” fue el plato más famoso de su restaurante. Olivier tuvo cuidado en mantener secreta la receta de su famosa ensalada y se la llevó a la tumba.
Hay muchas leyendas sobre la supervivencia de la ensalada Olivier, incluso una trama de espionaje por parte de uno de los chefs del restaurante del Hermitage quien se despidió del restaurante de Lucien proponiendo su plato estrella (que no tenía la misma composición pero contentó los comensales equiparando el precio del plato).
Después de la revolución rusa se divulgó la receta de la “ensalada Olivier” para que todos los rusos pudieran disfrutarla: si Olivier se llevó la receta original a la tumba, es un tanto difícil que en los libros de cocina que surgieron en la era comunista pudieran transcribir la receta. Pero así fue: una serie de hortalizas hervidas con pepino amalgamadas con mayonesa y trozos de salchicha de carne de cerdo, o en su caso trozos de jamón york.
Los países que acogieron a los rusos que escaparon de la revolución incluyeron en sus recetas una ensalada de hortalizas con mayonesa y tropezones de carne o pescado o de carne y pescado a la que llamaron ensalada rusa u Olivier. Entre esos países estuvo España quien llamó, para más inri, durante la época de la guerra civil “ensaladilla nacional” a la “ensaladilla Rusa” que era la “ensalada Olivier” que fue una creación del chef Lucien Olivier llamada “mayonesa de caza”.
Lo mismo que ocurriría a Lucien si le sirvieran una tapita de ensaladilla rusa u Olivier en una terraza con una cervecita le ocurría a los grandes creadores de moda si pudieran volver a este mundo para ver en qué se ha convertido su trabajo, estética y filosofía personal aplicada a la concepción del vestir. Peor aún para los grandes tratadistas de sastrería quienes dedicaron su vida a formar legiones de sastres para que americanas y pantalones estuvieran aplomados y no tuvieran feos.
Es curioso que con los adelantos técnicos que hay hoy en día, los estilistas y asesores de imagen que rodean a la gente pública que el público deba ver a los prohombres, pero ejemplo políticos de una nación en un cara a cara, uno con unas americana cuya espalda esté llena de arrugas porque tiene un exceso de altura de caja de cuello y el otro contendiente con una americana que flota en la parte inferior de espalda porque necesita un enderezamiento de corte de los delanteros.
Las nuevas generaciones han crecido, pero el largo de las americanas no, situándose los bolsillos no a nivel de media cadera sino muchas veces a la cintura o por encima de ésta (incomodando de una forma increíble la utilidad del bolsillo que es la de introducir la mano para depositar o sacar cosas de él), por no hablar del largo total de la americana, aunque ambos desatinos podrían aducirse a una decisión de “estilo”.
Famosas tiendas de novia que se venden por alta costura acaban los orillos de los tules simplemente cortados (y muchas veces a tijeretazos), o simples casas de prêt à porter que venden sus creaciones completamente acabadas a máquina como prendas de alta costura.
Es obvio que estos hechos son comercialmente lucrativos, pero ¿son realmente honestos?, ¿si al blanco le llamamos negro, cómo llamaremos al blanco?
Lo peor es que no es sólo una cuestión semántica, al cambiar el significado de los términos y darles a estas viejas palabras un nuevo significado, borramos de un solo plumazo siglos de contenido que ahora quedan sin significado a no ser que utilicemos adjetivos para aprehender un significado que les era propio. A pesar de que el contenido antiguo con el nuevo adjetivo puede persistir durante alguna década más es la forma más directa de condenarlo a la muerte definitiva, que es el olvido.
Se puede pensar que es un mal necesario, el sacrificio de unos pocos para la larga vida de otros muchos. Pero el sacrificio estos pocos conlleva la sabiduría de muchos que fueron y ya no son y con su inmolación irremediablemente se va perdiendo el conocimiento secular.
Sólo se puede avanzar si miramos hacia adelante pero con el bagaje que nos hemos encontrado y gracias a las antiguas enseñanzas podemos avanzar.
El moulage, el montaje tradicional o artesanal y el contacto directo con el cliente en la prueba son disciplinas que todos los que se dedican al mundo de la moda deberían conocer ya que de estas disciplinas nació el procedimiento actual de patronar para quien aún no existe.
Muchos avances se han dado en el mundo del patronaje y de la confección pero estos avances sólo son herramientas que ponen a disposición de los industriales en su afán de rapidez y competitividad. La maestría en todos los campos es como una masa de pan, una vez mezclada la harina con la levadura se ha de esperar que levite. La levadura es precisamente el moulage, el montaje tradicional, la prueba y el retoque sobre los clientes, el saber patronar en mesa y pensar en las estructuras básicas y los desarrollos, antes de aprender una serie de fórmulas sin ton ni son para introducirlas en los ordenadores que agilizan un proceso mecánico que nada tiene que ver con un “saber hacer”.